Page 56 - Brindando sobre los escombros - La dirigencia judía y los atentados: entre la denuncia y el encubrimiento - Edición del autor, (c) 2012 - 2024 Horacio Lutzky
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ideólogos: indicaban literatura y comentaban obras de Adolfo Hitler y
otros autores nazis y fascistas».
Pero Harguindeguy, además de controlar operativos represivos, fue una
destacada figura de un régimen que impulsó los secuestros extorsivos
para provecho de sus líderes, cuyas víctimas predilectas solían ser
empresarios judíos. Mientras las relaciones entre las cúpulas argentina
e israelí propiciaban negocios de armas, la dimensión antisemita
de la represión se consolidaba. Testimonios recabados por diversas
organizaciones de derechos humanos, y el informe de la Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), describen la
obsesión de los represores con prisioneros de origen judío, tanto para
descargar dosis adicionales de tortura y realizar alardes de adhesión
al nazismo como para efectuar interrogatorios centrados en supuestas
conspiraciones judías.
Herman Schiller, el legendario periodista y militante social, director
del periódico Nueva Presencia y cofundador del Movimiento Judío por
los Derechos Humanos, fue y continúa siendo uno de los más acerbos
críticos del papel de Israel ante la dictadura militar argentina. En
noviembre de 2009 publicó en Página/12 una nota que dio lugar a una
polémica inconclusa. Allí refirió que durante el acto de homenaje a Nueva
Presencia —realizado el año anterior en la calle Castelli con la asistencia
de Osvaldo Bayer, David Viñas, Víctor Heredia y otros—, la señora Frida
Rosental, madre de Luis Ricardo, secuestrado el 31 de agosto de 1976,
leyó un comunicado que suscribieron quince familiares de detenidos
desaparecidos judíos. «El texto era muy claro y diferenciado de las
historietas que el judaísmo oficial ha puesto en movimiento de un tiempo
a esta parte para autoblanquearse respecto al papel jugado durante la
dictadura», escribió Schiller, respecto de la siguiente declaración:
La alta jerarquía de la Iglesia y las fuerzas armadas, dos de
los protagonistas de la criminalidad de la dictadura militar,
pidieron perdón. Sabemos que fue un acto hipócrita, para
adaptarse a los nuevos vientos políticos, porque de ningún
modo están arrepentidos de lo que hicieron como autores
y cómplices. Y, seguramente, si se les presentara otra
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