Page 63 - Brindando sobre los escombros - La dirigencia judía y los atentados: entre la denuncia y el encubrimiento - Edición del autor, (c) 2012 - 2024 Horacio Lutzky
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de la zona. Las tierras del Magdalena Medio perdieron valor y fueron

        compradas por poderosos narcos, que no pensaban amilanarse frente a

        los guerrilleros. En 1979, Pablo Escobar había comprado la estancia «La

        Dorada», a mitad de camino entre Bogotá y Medellín, con una superficie

        de dos mil hectáreas sobre el río Magdalena. Le instaló una pista
        clandestina de aterrizaje, varias villas, caballerizas, campos de fútbol,

        tenis, golf, zoológico con todo tipo de animales, incluyendo hipopótamos,

        elefantes y jirafas. Una jueza que pretendió investigar ese ostentoso
        tráfico ilícito de animales fue acribillada a balazos en el centro de Bogotá

        en mayo de 1986 por dos sicarios en motocicleta.

          Las milicias contrainsurgentes necesitaban, para extenderse a otras

        zonas, recaudar sumas enormes de dinero, como las que manejaban los

        líderes del Cartel de Medellín, Pablo Escobar y Rodríguez Gacha. Así lo
        hicieron, utilizando para ello como fachada la Asociación de Campesinos

        y Ganaderos del Magdalena Medio (Acdegam).

          Los mercenarios que acompañaban a Klein a Puerto Boyacá en Colombia
        eran personajes con trayectoria en los servicios secretos de Israel. Entre

        ellos, Abraham Tzedaka, excomandante de las unidades antiterroristas, y

        varios más. Rodríguez Gacha estaba a favor de la lucha anticomunista del

        gobierno, por ideología y por los beneficios para su propio negocio. Había

        comenzado a enfrentarse años antes con las FARC, porque decía que
        «primero empezaron a robar el dinero que mandábamos para comprar la

        pasta de coca, luego a asaltarnos y a intentar secuestrarnos». Se había

        expuesto a los chantajes de las FARC al comprar muchas tierras fértiles.
        Repartía dinero a los militares una vez por mes en una población rural.

        Eso lo hacía intocable, pese a las órdenes de captura colombianas y

        norteamericanas.

          Escobar, en cambio, priorizaba la guerra contra la extradición. Por eso,

        en cierto punto resultaba aliado de la izquierda, contra «el imperialismo
        yanqui». Rodríguez Gacha, apodado «El Mexicano», pagó la mayor parte

        de los ochocientos mil dólares estipulados por los cursos a cargo de Yair

        Klein y los instructores de su empresa Spearhead. Dotó a sus alumnos de
        uniformes del ejército de Tel Aviv y de fusiles ametralladoras Galil y Uzi

        con miras telescópicas. Hubo treinta sicarios diplomados, que terminaron






     Brindando sobre los escombros                  • 59 •                              2. Cuando todo comenzó
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