Page 116 - Brindando sobre los escombros - La dirigencia judía y los atentados: entre la denuncia y el encubrimiento - Edición del autor, (c) 2012 - 2024 Horacio Lutzky
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a los que estaba cediendo Menem, sería también tomado como una

        evidencia de las «maniobras judías» contra los intereses sirios. Ese

        pensamiento tomó cuerpo entre algunos asiduos visitantes de la

        Casa Rosada: todas las imputaciones eran obra de una monolítica

        «conspiración judía». Esta versión sería abiertamente expresada luego del
        atentado a la embajada de Israel, cuando comenzó a tensarse el vínculo

        de Menem con parte de la colectividad. La teoría de la «conspiración

        judía» echada a rodar por influyentes sectores menemistas enviaba una
        señal a Damasco de estar del mismo lado y procuraba cerrar la brecha.

          Así fue que el entonces embajador argentino ante la Unesco, Jorge

        Asís, se presentó en el programa de Grondona y denunció un supuesto

        complot para derribar al gobierno, motivado por la ascendencia árabe

        que compartían el Presidente y parte de los sospechosos investigados
        judicialmente. El propio presidente Carlos Menem llegó a expresarle al

        director del diario El Cronista, Mario Diament: «Usted sabe que soy amigo

        de los judíos, pero resulta que los que me están atacando injustamente
        tienen apellidos judíos. Fíjese: Timerman, Verbitsky, Sokolowicz,

        Tenembaum… ¡Y ahora usted!».

           Semanas después del reclamo de Menem a Diament, el poderoso

        empresario de origen sirio e influyente amigo del Presidente, Jorge

        Antonio, ante la publicación de notas periodísticas que vinculaban una
        empresa de su propiedad con una gigantesca operación de narcotráfico

        («Operación Langostino»), se quejó por la existencia de una campaña

        en su contra llevada a cabo por «esos señores, que pienso que son
        judíos». Además, señaló ante diversos medios a «un sector de judíos,

        gente que está en Página/12 y el señor Timerman». Luego de invocar a

        los infaltables «amigos judíos», Antonio aclaró: «Yo no tengo problemas

        raciales, pero éstos, como el señor Timerman, le han hecho más mal a

        todos los judíos del mundo que Khomeini y todos los fundamentalistas…
        No puedo considerar esto otra cosa que persecución racial». Por último,

        retomó la argumentación de Jorge Asís, expresando que no se le perdona

        al Presidente ser hijo de sirios (en esa línea, en diciembre de 1993 y
        poco después de la publicación del libro Narcogate de Román Letjman,









     3. Y en eso llegó Menem                        • 112 •                       Brindando sobre los escombros
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