Page 192 - Brindando sobre los escombros - La dirigencia judía y los atentados: entre la denuncia y el encubrimiento - Edición del autor, (c) 2012 - 2024 Horacio Lutzky
P. 192

del atentado contra la sede de la AMIA en la Argentina en julio de 1994.

        Pero a partir de la llegada al poder de Mahmud Ahmadinejad en 2005, la

        penetración en Latinoamérica dejó de ser subrepticia.

          El líder iraní, que tiene como uno de los ejes centrales de su discurso

        la negación de la existencia del Holocausto y la reiterada amenaza
        genocida de destrucción del Estado de Israel, tuvo una formación que no

        se caracterizó por la piedad ni por los reparos a la hora de poner cientos o

        miles de vidas civiles en juego. Durante la guerra con Irak, Ahmadinejad
        fue instructor de los Basiji Mostazafan, una organización fundada en 1979

        por Khomeini. Los basiji eran niños que estaban obligados a defender el

        régimen de Khomeini y a los que se les enseñaba «la gloria del martirio».

        Después de la invasión iraquí en septiembre de 1980, estuvo claro que

        la fuerza militar de Irán en nada se comparaba con la profesional y bien
        armada milicia de Saddam Hussein. Para compensar esta desventaja,

        Khomeini envió niños iraníes, algunos con sólo doce años de edad, al

        frente de batalla. Iban armados de una llave de plástico en el cuello,
        con la cual se les aseguraba que entrarían en el paraíso. Los niños eran

        utilizados para limpiar los campos minados, para que luego pudiera

        ingresar la infantería. Se había intentado con asnos, ovejas y perros, pero

        éstos, al ver una explosión, se asustaban y huían. En cambio, los niños

        plenos de fervor religioso y con ansias de paraíso se ofrecían con alegría.
        Cuestionaba el diario semioficial iraní Ettelaat:

                 En el pasado, al agravarse la guerra, tuvimos niños

                 voluntarios de catorce, quince y dieciséis años de edad.
                 Estuvieron en los campos minados. Sus ojos no vieron nada.

                 Sus oídos no escucharon nada. Unos instantes después,

                 alguien vio nubes de polvo. Cuando se disiparon, no había

                 nada más a la vista. Por los alrededores, desparramados, se

                 encontraban restos humanos chamuscados.
           Semejantes escenas se evitarán en lo sucesivo, aseguró el Ettelaat a sus

        lectores:

                 Ahora, antes de entrar en los campos minados, los niños van
                 envueltos en mantas y ruedan por el suelo en fila, a efecto de

                 que las partes de sus cuerpos permanezcan juntas después






     5. AMIA y Lockerbie                           • 188 •                        Brindando sobre los escombros
   187   188   189   190   191   192   193   194   195   196   197