Page 231 - Brindando sobre los escombros - La dirigencia judía y los atentados: entre la denuncia y el encubrimiento - Edición del autor, (c) 2012 - 2024 Horacio Lutzky
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incluyeron un pogrom que en 1947 arrasó con dieciocho sinagogas,
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        ciento cincuenta domicilios particulares, cincuenta comercios, cinco

        escuelas, un orfanato y un centro juvenil así como la quema pública

        de libros judíos—, las añoranzas de muchos integrantes de esta

        comunidad por su patria de origen persisten. A partir del largo período de
        dominación otomana en las tierras de lo que hoy es Siria, genéricamente,

        los inmigrantes sirios fueron aquí llamados «turcos». Los años noventa

        encontraron a la Argentina liderada en su gobierno nacional por un
        «turco», y a la comunidad judía, por otro; los dos apoyados en sus grupos

        familiares e inmigratorios de origen. Las afinidades políticas y culturales

        entre ambos no son un dato menor al momento de analizar la fluidez de

        las relaciones que se establecieron entre las dos capas dirigenciales.

          Lo cierto es que, tal como expresa la historiadora Susana Brauner:
                 Las elites económicas ligadas al judaísmo sirio terminaron

                 convirtiéndose en las principales sostenedoras de los

                 sectores religiosos, financiando a los diferentes movimientos
                 de ultraortodoxos en Buenos Aires y en el interior, y en

                 voceras de los principios sustentados por la ortodoxia

                 religiosa judía. […] A tal punto que, haciendo valer su poder

                 financiero, lograron imponer normas de carácter religioso

                 en las instituciones a las que adjudicaban subsidios, y
                 además gozar de mayor injerencia en las políticas internas

                 y externas de la colectividad argentina. […] Es decir que

                 Beraja irá haciendo uso del poder financiero del Banco y
                 del apoyo que le brindaron los argentinos de origen sirio

                 y los ultraortodoxos para adentrarse en el juego político

                 interno del conjunto de la colectividad e ir minando el poder











           [1]  Entre ellas la Gran Sinagoga de Alepo, parte de la cual fue construida en el siglo V.
             Allí se desempeñaba el rabino Yitzhak Chehebar, quien años después pudo huir a
             la Argentina, convirtiéndose en uno de los mentores espirituales de Rubén Beraja

             desde el templo Yessod Hadat de la calle Lavalle y en una autoridad rabínica frente a
             consultas efectuadas desde países de todo el mundo.



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