Page 236 - Brindando sobre los escombros - La dirigencia judía y los atentados: entre la denuncia y el encubrimiento - Edición del autor, (c) 2012 - 2024 Horacio Lutzky
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reclamaron su concurrencia para la votación en la mutual de abril de

        2008.

          La AMIA, la asociación mutual de la colectividad judía argentina, se

        originó en 1894 con el nombre de Jevra Kedusha (sociedad piadosa)

        Ashquenasi, como resultado de las gestiones realizadas en 1893, entre
        otros, por la Unión Obrera Israelita Poalei Tzedek. Uno de sus fines

        primordiales era realizar los entierros según el rito judío. Desde ese inicio

        fue paulatinamente ampliando sus funciones, abarcando el desarrollo de
        tareas sociales y de ayuda mutua, educativas, de culto y de beneficencia,

        y llegando a tener la bolsa de trabajo más importante de América latina,

        con servicios abiertos para toda la sociedad.

          No obstante la importancia de la labor que desarrolla, la AMIA era en

        gran medida desconocida para la mayoría de los argentinos —y entre
        ellos muchos judíos— hasta el atentado que demolió su sede en 1994.

        Sólo una minoría de los judíos argentinos participaba de algún modo

        en esa institución o revelaba interés en su quehacer. Por contraste,
        decenas de entidades sociodeportivas, culturales y religiosas de distintas

        tendencias poseen hace décadas un nutrido caudal de público, que

        permanece indiferente a los devaneos de las «instituciones centrales de la

        colectividad judía». Dichas instituciones —AMIA y DAIA— compiten hace

        años entre sí, arrogándose la representatividad de toda la comunidad
        judeoargentina, en ocasiones mediante agrias polémicas que son

        aplacadas sólo cuando comienzan a tomar estado público.

          Apenas siete mil personas (alrededor del tres por ciento de la población
        judía) votaron en las elecciones que en el mes de abril de 2008 llevaron

        a la ortodoxia religiosa al poder en la AMIA, por primera vez en su más

        que centenaria historia. Cerca de tres mil de esos votantes fueron quienes

        determinaron que un polémico rabino fuera instalado como el máximo

        referente religioso —y también político— de la nueva conducción de
        la mutual: Samuel Levin. El Bloque Unido Religioso de Levin obtuvo

        el primer lugar con 34 representantes y casi el 38 por ciento de los

        sufragios. El Frente Unido Comunitario, que postuló al expresidente de la
        AMIA, Abraham Kaúl (laborista), se alzó con el segundo puesto y treinta

        delegados (33,3 %). El tercer lugar fue para AMIA es de Todos, del rabino






     7. Cuando los religiosos vienen marchando     • 232 •                        Brindando sobre los escombros
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